viernes, 18 de marzo de 2011

Reseña de "Vicio Propio" en "El placer de la lectura"

Leer a Thomas Pynchon resulta ser una aventura literaria especial. Es tan difícil de encasillar que bien podría decirse de él que forma parte de su género propio. Después de su genial Vineland y suestratosférico Contraluz ahoraTusquets nos ofrece su obra aparentemente más convencional, Vicio propio, en la que hasta el título es ambiguo, puesto que proviene de los defectos inherentes de la mercancía que se transporta por vía marítima y se deteriora per se, pero bien podría aplicarse al fumetaprotagonista del mismo Doc Sportello y sus vicios propios como su afición por las drogas. 

¿Podría ser Vicio propio el libro más accesible de Pynchon? Quizá sí, hay quien lo califica como el bestseller del neoyorquino, dentro de lo contradictorio que es unir en la misma frase dos conceptos tan alejados entre sí como Pynchon y bestseller. Lo único seguro en él es su carácter brumoso, inconcreto y ajeno a lo normal, incluso en un libro que cualquier biblioteca ubicaría en novela Negra, pero que no siendo exactamente eso, es mucho más.

El final de los sesenta y principio de los setenta, décadas fetiche de Pynchon, se presentan ahora desde la ciudad de Los Ángeles (es increíble la ubicuidad de este hombre que parece que ha vivido en cien sitios a la vez) y desde la perspectiva de un investigador de tres al cuarto que está más tiempo fumado que sobrio pero que cuando está despierto lo está mucho más que los que le rodean. El día que una antigua novieta le pide ayuda puesto que a su actual pagafacturas le quieren hacer daño, Doc Sportello no sospecha en la que está metiendo. Poco después la chica y el magnate desaparecen y entre un mal viaje y otro Doc despierta en medio el ojo del huracán. Casualmente o no otros casos suyos confluyen con el primero creando una amalgama que Pynchon con su peculiar afición por las escenas extrañas y los diálogos superfluos no parece querer desliar. Incluso da la sensación de que andamos colocados cuando leemos algunos pasajes.

Policías de LA, FBI, dentistas asesinos, saxofonistas muertos y resucitados se unen a una arcaica internet y a un sistema de correos copiado de su anterior obra La subasta del lote 49 para dar una vez más la impresión de lo inasible y especial que es la literatura versus Pynchon.

Camaleónico autor que podría ser el mejor novelista del mundo. Quizás lo sea, pero por ahora no muchos se lo reconocerán. Eso es bueno, sabemos tan poco de él que saber que es el mejor posiblemente rompería la frágil burbuja de su literatura.

Marc Canela

jueves, 10 de marzo de 2011

"V." comentada por el blog "Teoría del Caos"


El blog TEORÍA DEL CAOS habla de lo que fue su lectura de "V". en la siguiente entrada que me voy a permitir reproducir sin su permiso: http://teoria-del-caos.blogspot.com/2011/03/libros-que-cambiaron-mi-vida-v.html




Amazon te ama. Una de las formas de mostrarte su amor es recordarte que ya les compraste un libro. Así es como ahora, vagabundeando por la página, me dice que compré V. de Thomas Pynchon en 24 de junio de 2004. Todavía recuerdo bien cuando leí por primera vez como Benny Profane, schlemiel y yoyo humano, aparecía desde la oscuridad y caminaba entre los faroles de una calle que formaban una uve asimétrica, recuerdo a The Whole Sick Crew —la versión hardcore del Club de la Serpiente—, la cacería de cocodrilos por las alcantarillas de Manhattan, los disfraces de Herbert Stencil, a Vheisu y a la importancia de la horizontalidad y la verticalidad en el diseño de interiores. 


No sabía que existían novelas como V. Incluso, ya había leído V. un año antes, en la traducción de Tusquets, que es una pésima traducción, y no había sacado nada de ella. Pero entonces, en algún momento de julio de 2004, supongo, leí a Thomas Pynchon por primera vez. Todo cambió. 

Habrá quien me diga que El arcoiris de la gravedad es su obra maestra. Aunque admiro mucho al arcoiris, no pude nunca dejar de leerlo como la secuela extensa y algo malograda de V., un libro que exige mucho más de lo que te entrega (y vaya que entrega mucho); de la misma forma que leí Contraluz como una precuela divertida y excesiva, pero no por ello menos disfrutable, de V

Junto con House of Leaves y El cuarteto de Alejandría, V. es mi modelo casi platónico de lo que debería ser una novela: enorme, valiente, perspicaz, tan parecida al mundo y tan su propia cosa, un lugar en el que podría vivir para siempre. 

Me pasa algo muy curioso y es que sólo de las novelas que más disfruto —y acá me refiero a esa sensación pocas veces en la vida repetida— logro recordar los nombres de los personajes tiempo después: me pasa con todo Pynchon, con Durrell, con Tolkien, con Los detectives salvajes (pero no con 2666), con Danielewski, con John Kennedy Toole, con En busca del tiempo perdido, con Ulises. La última probable a agregar a esta lista es A Naked Singularity. Pero V. es la única novela que tiene el dudoso honor de que recuerde pasajes casi completos de memoria. 

Si acaso una cosa me mueve a escribir, lo digo con la mayor humildad posible, es que no hay suficientes novelas como ésta y mejor me valdría escribir una así antes que esperar a que otra persona por azar la escriba. ¿Porque cuando fue la última vez que leyeron que se comparara una novela con V. de Thomas Pynchon?

lunes, 7 de marzo de 2011

Jim Dodge habla de Thomas Pynchon



Cosas que tiene la vida, anda uno paseando por la blogosfera con todo el placer del mundo y en un Vivir del Cuento 2.0  se ha encontrado con esta perla en la que el blogger habla de lo que habla Jim Dodge sobre su relación con Pynchon.

Descúbranlo AQUI o sigan leyendo:


Cosas que tiene la vida, anda uno preparando un encargo con todo el placer del mundo y en la documentación se ha encontrado esta perla en la que Jim Dodge habla sobre su relación con Thomas Pynchon. A buen entendedor...:

Por si a alguien le interesa, TP vivió en Trinidad, unas 12 millas al norte de Arcata/Eureka, en la época en que yo trabajaba en la librería local. El día que firmó el contrato de alquiler de su nuevo piso, su casera –a la que yo conocía- vino a la tienda y me preguntó si teníamos algo de un tal Pynchon, porque un tío que decía llamarse así y que afirmaba ser escritor había empezado a alquilar su piso.
Por supuesto, todo lo que había escrito estaba disponible, y yo le hablé largo y tendido de sus credenciales. Pero, aunque me hubiese encantado conocerle y tomar algo con él (yo no había empezado aún a escribir narrativa, pero por aquel entonces ya estaba pensando seriamente en ello y suponía que él podría darme algunos buenos consejos) decidí finalmente dejarle con su vida. Digo esto como evidencia de que no es el paranoico reclusivo que lleva disfraces y cambia de identidad semanalmente que dicen por ahí; mucha gente en la comunidad (algunos de ellos patrones de barcos de pesca, y carpinteros y lampistas y gente de clase obrera) le conocía bien, cenaba con él, iban a bares juntos y salían por ahí con él. Por todo lo que he oido, es buenacompañía, nada afectado, y escucha mucho más que habla. Así que en lugar de un snob frágil y reclusivo, quizás Pynchon sea lo que era para sus vecinos y adláteres de Trinidad: un tipo humilde y tímido que sabe que sería distorsionado por la maquinaria de la fama americana y que prefiere concentrarse en su obra en lugar de contestar preguntas inanes de la peña cultureta o de graduados que han leido demasiada teoría literaria francesa y no suficientes matemáticas o ciencia. La primera regla del escribir es escribir, y puesto que él basa gran parte de su trabajo en hechos históricos y es un investigador meticuloso, no le sobra tiempo para ir a hacer el numerito en el Today Show (aunque, eso sí, he oído que salió en The Simpsons). En Estados Unidos no puedes permitir que se te convierta en una comodidad pública, porque serías consumido. Así que personalmente le aplaudo por eludir lo que sería obviamente celebridad y adulación. Creo que da un gran ejemplo para los artistas jóvenes: la celebridad, como la lujuria, es “un gasto de espíritu y un desperdicio de vergüenza”. Quedáos en casa y trabajad.