jueves, 16 de septiembre de 2010

Thomas Pynchon



A ver con qué cara vengo yo ahora a hablar de Pynchon. A mí, que me acaban de tirar del guindo; que me tomó años tomar la decisión de empezarlo. A ver como explico yo que cuando creía haber devorado el libro descubro que no, que es el libro el que me ha devorado a mí.

“La subasta del lote 49” de Thomas Pynchon es el cincuentavo libro que leo este año 2010. Podía haberlo dejado para el 49, pero entonces el título del que viene esta entrada no tendría la misma gracia. ¿Qué si me gustó? Veamos:

Pynchon tenía demasiados pocos años cuando escribió este libro. Eso es indecente. Su juventud al hacer eso, quiero decir. Y su inmediato silencio. Su “pasaba por aquí y he entrado un momento a dejaros estas líneas que se me ocurrieron en el metro el otro día”. Pynchon solo puede ser una de dos cosas: un puto genio o un loco con suerte. Hasta el día que llegué a él, nunca, jamás de los jamases, había visto justificado una segunda lectura inmediata de una novela. Porque aunque muchos casos invitan a una revisión esta es la primera en que sentí que debería hacerlo sin demora. Pero no la hice. Me pudo la avaricia. La prisa por recuperar el tiempo perdido. Pero es historia no es para este blog.


¿He dicho blog? Error. “La válvula de Espato” no es un blog. No al menos como estamos acostumbrados a entender un blog. O sí, no sé; no los he visto todos. Dependerá de vuestros prejuicios o de cómo se lo monte este espacio a partir de ahora. “La válvula de Espato” nace de la idea de otra persona, una a la que no conocí hace un tiempo que no recuerdo. Que nace de milagro, vaya.Algunos que me conocéis ya sabéis de mi admiración por David Foster Wallace. Pues bien, hace mucho tiempo, años, descubrí un blog que había abierto una chica, (o una mujer, no sé, alguien sin pene –hasta donde yo sé-), con la única intención de escribir sus impresiones sobre la lectura de “La Broma Infinita”. Tendréis que perdonar que guarde el enlace. A mí la idea me pareció maravillosa. Yo había leído la novela años atrás y la recuerdo como mi primera experiencia masoquista con un libro. Me entraron entonces unas ganas terribles de repetir la experiencia plagiando la idea de esta buena mujer, creando mi propio blog, pero un poco por vagancia, un poco por vergüenza y un poco porque sí (o porque no, en este caso) acabé desechando la idea. Ni lo intenté (no me arrepiento, no hay necesidad), pero seguí atento a ese blog y sus impresiones, diarias o no, más intensas o menos, fueron el pan mío de cada día. Lamentablemente resultaron ser una ligera decepción. Nunca se lo dije. Le mentí, le dije que muy bien y la alenté y alabé su iniciativa. Básicamente porque era su iniciativa lo que me parecía digno de alabanza. Días o semanas después de concluir la lectura y de dar el blog por cancelado David Foster Wallace murió. Se suicidó, pero a mí eso me da igual; a mí lo que me jode es que no va a escribir más y un poco por eso tengo la mitad de sus libros sin terminar: le alargo la vida a mi manera. Wallace es un autor tan inmenso, tan intenso, que me parece un insulto meterlo con otros en el mismo blog. Hablar de él como hablo de los demás. Lo adiviné con “La broma infinita” y lo confirmé con el resto de su obra. Quizá exagero. Quizá no. Solo tenéis una forma de saberlo.

Pues bien, cómo lo sentí con Wallace en su momento lo siento ahora con Pynchon. Antes de leerlo lo adivinaba y una vez leída “La subasta del lote 49” lo confirmo: Pynchon es inmenso. Otro monstruo. O lo aparenta, puesto que hablo también de oídas. Creo pues necesario rescatarlo del espacio común en que habita, del bazar que puede ser “La medicina de Tongoy”, hasta hoy el medio natural en que yo me desenvolvía y rescatarlo también, en la medida de lo posible, de cualquier otro espacio en el que pueda quedar oculto bajo sombras menores, aplastado por el peso de autores de otra valía. Hablo de foros y misceláneas varias. Hablo de concederle a él y regalarnos a todos una válvula de escape.


La válvula de Espato” será un lugar para hablar de Pynchon. Solo de Pynchon y nada más que de Pynchon. Como referente o como referencia, me da igual. Pero de Pynchon. Para jugar, para mentir, para confesar filias y fobias o para pynchonear como buenamente quiera o pueda. Para imitar, para plagiar, para reproducir. Para crear, para seducir. “La Válvula de Espato” no será mi blog. No en exclusiva, a menos. Porque en esta ocasión quiero ir un poco más allá aunque salga mal porque independientemente del resultado dudo que me arrepienta. Pretendo abrir este espacio para quien lo quiera; esto es, quien guste tendrá el poder de hacer y deshacer, crear entradas o borrarlas o modificarlas para eternizarlas: todo dentro de los límites establecidos por la configuración del blog. Como administrador me veo obligado a autorizar inicialmente pero no haré nada más que eso; una vez dentro seréis libres para escribir lo que queráis. No hay condiciones ni normas que vayan más allá de lo que dicta el sentido común: se pueden colgar textos propios, ajenos, en chino, en ruso, videos, audios, enlaces permanentes, temporales o itinerantes. El único requisito imprescindible es hacerlo con Pynchon como materia prima. Ni quiera es necesario admirar a Pynchon. El odio es estimulante también.

Es posible que de esta idea solo quede este mensaje. Que el esfuerzo de estas mil palabras no pase de ahí. Me vale. No busco la fama ni banners publicitarios que me enriquezcan, ni reconocimiento; nada parecido. Solo quiero hablar de lo que respeto hasta el punto de escindirlo del resto. Que me guste, que nos guste o no, ya se verá. Que lo hagamos mejor o peor, también se verá.

Me preguntabais al comienzo de esta entrada (bien, sí, lo hacía yo por vosotros) si me había gustado la novela. ¿A vosotros que os parece?

Bienvenidos a La Válvula de Espato.

3 comentarios:

  1. Me parece una gran idea. No he leído nada de Pynchon, porque no está en la línea de lo que suelen ser mis lecturas, pero me comprometo a empezarlo y compartir en este blog mis impresiones.

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  2. De momento solo puedo decir que si leer un buen libro es como tomarse una copa, leer un libro de Pynchon (y advierto que solo he leido uno) es como irse toda la noche de fiesta loca...
    Gran idea este blog

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  3. Me encanta esta iniciativa y estoy encantada de participar.
    Un saludo a todos

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