lunes, 27 de septiembre de 2010

“In Memorian: Thomas Pynchon”




Hablando hace unos días acerca de lo que querría que pusiesen como epitafio en mi lápida se me ocurrió plantear a mi interlocutor, un hombre de apariencia tan siniestra como la naturaleza de su trabajo, si sería posible también dejar escrito mi propio panegírico para que así, llegado el momento, no tuviesen aquellos que me sobreviven la difícil tarea de apurar párrafos amargos y escarbar en la memoria en busca recuerdos felices que a la hora del llanto asemejan un tanto inoportunos. Para sacar a aquel hombre del estupor le aseguré que tanto mi familia como mis amigos, conociéndolos como los conocía mejor que nadie, estarían encantados de cederme tan enojosa carga y acordamos que en el plazo de dos meses le llevaría el documento escrito de mi puño y letra. Minutos más tarde, de camino a casa, pensaba en todas aquellas historias, leyendas, relatos y novelas fracasadas que se amontonan en el cajón de mi cómoda y me preguntaba si sería pertinente ir empezando a compendiar mis Obras Completas en aras de asegurarme una correcta edición, manipulación, o corrección ya que no así publicación que de seguro no verán mis ojos. Pero no contento con ello fui más lejos en mi cavilación, que empezaba ya a tomar forma de cuento, y me pregunté si sería oportuno ir haciéndome homenajes en vida para poder disfrutar de ellos como es debido y encaucé mis pensamientos a diversas situaciones a cual más emotiva. Y fue así, con la reconfortante y falsa sensación de sentirme amado, como me decidí a no demorar más ni mis propios homenajes ni los de otros, para ir dejándomelos y dejándoselos en cumpleaños, aniversarios y fiestas de (a)guardar a todo quien lo mereciese. Eso incluye, por supuesto, al objeto de este discurso: el señor Thomas Pynchon.

De ahí vino la idea de comenzar a escribir textos propios y a recoger los de otros (1); futuras obras menores o maestras que sirvan de homenaje en vida y muerte al escritor americano. Puesto que no hay más límite que la imaginación ni espacio más libre que éste quiero empezar ahora con la elaboración de un relato que será compendio de muerte. Una obra fúnebre como la que más, que tratará de matar, rematar y resucitar para después poder ejecutar a todos aquellos personajes de las novelas de Pynchon que me plazca. A todos cuantos lo merezcan o no, sin respeto alguno por el rigor histórico si eso me hace feliz. Textos más largos o más cortos, surrealistas o costumbristas, ficciones o adaptaciones de corte telegráfico o paródico. Que reconstruyan los principios o rematen los finales pero sin dejar siempre de tener como referencia el respeto y el elogio de quien los inspira. No hay intención alguna en tratar de mejorar fragmentos que ya de por si supongo perfectos (aún en su inexistencia) sino de perpetuar, en la medida de lo posible, a cuantos personajes o situaciones sea posible y para mantener fresco en la memoria a este genial creador.

A continuación, sin más demora, la primera muerte de la que quiero hoy dejar constancia. Una brevísima descripción del final de Randolph Driblette, director teatral de “La tragedia del correo”, personaje de “La Subasta del Lote 49” tal como lo imaginé ayer por la noche:



“Ante la indisposición de su mujer, no tuvo mejor idea Randolph Driblette que lanzarse de cabeza por la ventana del fondo del corredor para encontrarse al instante frente a la muerte al golpear violentamente su occipital contra un bloque de poliestireno expandido que por alguna razón descansaba en un andamio, quedando después su cuerpo inerte colgado de una farola mientras su pene todavía en erección dibujaba sombras chinescas en la nieve.” 






Oblomov Varese es el autor del blog “Oblomovka Herida”: http://oblomovkaherida.blogspot.com/





(1) Los vuestros, amigos lectores y colaboradores, si gustáis. 





5 comentarios:

  1. La idea es buena y nada más que acabe con Mason
    veré a ver a quienes epitafio. Que sea buena idea no tiene porqué significar que sea original. Esta oveja ha comprobado que en sus archivos consta cierto Canucio vendedor de epitafios en la Feliz Gobernacion. He aquí una muestra de su arte, dedicada a un tal Menipo, se conservan tambien algunos borradores:
    Sosegando sus miembros
    de recorrer el Imperio,
    aquí descansa Menipo.
    En sesenta mil años no tuvo
    una sola intuición,
    por lo cual llegó a ser
    el más ortodoxo de todos los hombres.

    los anteriores versos no obtuvieron el aplauso del interesado que objetó no se mencionase su función social.

    Aquí reposa Menipo,
    Mentor del Hecho, y ello basta.

    Tampoco esta lacónica propuesta fue del agrado del comprador, encontrándola indeterminada, pues muchos son los Menipos y también los Mentores.


    En el Cielo de los Mentores
    Menipo explica a los dioses
    La Feliz Gobernación.

    Este feliz hallazgo selló el acuerdo, en el que no faltó tira y afloja, en quince monedas de plata. ( Los originales pueden consultarse en la Escuela de Mandarines)

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  2. Cada vez es mas complicado eso de tener ideas originales.

    A mi también me parece interesante y prometo también epitafio para los que corresponda.

    La cita de la Escuela de Mandarines hace la novela tentadora. Una vez mas.

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  3. La escuela puede ser una mina de ideas. Me he limitado a un resumen brutal del capítulo 14, en el que no queda reflejado más que un poco de su rico contenido subversivo.

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  4. Rápidamente: La subasta del lote 49 acaba de ser reeditada por Tusquets en formato barato. Lo vi anteayer en una librería famosilla de mi ciudad infame. Con lo que me costó encontrarla hace años...

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  5. Lo tenían el otro día en la Fnac de aquí, pero lo dejé porque ya llevaba sobrepeso. No sabía que era una reedición. Como tengo que comprar VINELAND aprovecho y me lo llevaré también.

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