lunes, 20 de septiembre de 2010

Vineland - Thomas Pynchon

El simple hecho de escribir, comentar, intentar explicar, cuantificar, cualificar, acotar, opinar, y un largo etc... sobre un libro de Pynchon, a mi modo de ver, va en contra de la misma obra, porque no se puede hacer nada de todo esto con un libro de Pynchon, la única manera de entenderlo, de captar la esencia, de sentir a Pynchon es leyéndolo.
Pero, desafortunadamente, solo podemos intentar explicar el arte, porque sin duda estamos hablando de arte, a través del lenguaje, ese lenguaje que, como decía cortazar en Rayuela, ya de por sí lo limita y lo degrada.
Decir que Vineland es una mezcla del Kill Bill de tarantino y la mítica “top secret” con Val Kilmer, con retazos del antiguo cine de serie B japonés, en un entorno hippie que recuerda al musical “hair”, podría resultar una pequeña aproximación al estilo ecléctico del libro en donde, paradójicamente, entre todo el imposible elenco de personajes, encontramos afectados de incontrolable adicción a la televisión (y organismos que tratan dicha patología).
Leer la contraportada:
En Vineland, región californiana inventada por Pynchon, donde crecen enormes secuoyas rojas, sobrevive, envuelto en brumas, un grupo de personas que hoy hacen frente como pueden a las consecuencias de su vida en los años sesenta. En 1984, la joven Prairie busca a su madre, Frenesi, figura legendaria de los movimientos radicales a fines de los años sesenta. Lo que no sabe la hija es que la madre acaba de perder su empleo en el FBI por un recorte de presupuesto del gobierno de Reagan y que, una vez «fuera», es el blanco perfecto de un ex-amante suyo, Brock Vond, auténtico representante del Mal y de las fuerzas de represión. Brock llega a California armado hasta los dientes, empeñado en acabar con los miembros de la comunidad liderada en los viejos tiempos por Frenesi y que ahora buscan refugio en Vineland. Nada de todo ello detiene a Prairie, la niña abandonada hace quince años, decidida a descubrir la trama negra que envuelve a su madre, objeto de la ira y el deseo del terrible Brock
Irremediablemente conduce a cualquier suposición errónea, muy lejana a lo que en realidad vamos a leer, porque, en la obra de Pynchon, el peso no está (solo) en lo que dice, sino en como relata la increíble, y a veces (en apariencia) inconexa, cantidad de cosas que cuenta.
Surrealismo, humor, sexo, situaciones y personajes imposibles que ocurren y existen con la más absoluta y absurda naturalidad dentro del universo Pynchon.
Pynchon crea y agita su mundo, lo desplaza, le da la vuelta, lo estrella y, a veces, de repente, a través de él, nos muestra cuan absurdo es en realidad el otro mundo, el mundo que conocemos, a través de la exageración sutil; dos términos antagónicos que caracterizan a la perfección la escritura de este, para mí, recién encontrado genio.
De momento, es todo lo que puedo decir de las sensaciones que me ha provocado este libro, y no por intentar no desvelar parte de la trama, ya que lo que sería una desconsideración hacia futuros lectores en otros libros, aquí carecería de importancia.
Quizá mañana mi comentario hubiera sido distinto, pero hoy y ahora, esta es mi visión del Vineland de Pynchon.
Por último, dejo aquí un fragmento del libro que, por algún motivo que no alcanzo a comprender, es de los que más me han gustado:
[...]
Aunque a la distancia a la que ya se habían trasladado ella, Flash y Justin todo se haría con teclas de teclado alfanuméricos que representarían ingrávidas e invisibles cadenas de presencia o ausencia electrónicas. Si las pautas de unos y ceros eran como pautas de vidas y muertes humanas, si todo lo referente a un individuo podía representarse en expedientes de computadora mediante una larga cadena de unos y ceros, entonces ¿qué tipo de criatura se representaría mediante una larga cadena de vidas y muertes? Tendría que ser al menos un nivel superior, un ángel, un dios menor, algo salido de un ovni. Se necesitarían ocho vidas y muertes humanas solo para crear una letra del nombre de ese ser... Su expediente completo podría ocupar un espacio considerable de la historia del mundo. Somos dígitos de la computadora de dios, tarareó, más que pensó, en su fuero interno, al son de una vulgar melodía espiritual, y lo único para lo que servimos, estar muertos o vivos, es lo único que él ve. Todo aquello por lo que lloramos, por lo que luchamos, en nuestro mundo de sangre y trabajo, le pasa desapercibido a ese intruso cibernético que llamamos Dios.
[...]

4 comentarios:

  1. ¡Y además es fácil de leer! ¡Y es divertida! Pero con ese humor sutil y bien dosificado tan difícil de encontrar. Huyendo de la chabacanería y del esparcimiento a base de mofas gratuitas.

    La literatura de Pynchon (y Vineland es un de sus más claros ejemplos) es también un esfuerzo de recuperación una visión histórica que no descansa en anales de noticiarios y periódicos. Su visión del devenir está basada en sucesos descartados por los historiadores. Me parece una labor de rehabilitación, muchas veces didáctica, de una memoria que, sin personas como él, irremediablemente moriría por segunda vez.

    Me parece fantástico que te haya gustado la novela, Fardal.

    Un abrazo a todos.

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  2. Hace un mes tenía yo el firme propósito de leer, a lo largo de este año al que tan poco le queda ya, dos libros de Pynchon. Dos (1). El viernes el propósito, firme otra vez, fue de leer tres libros de Pynchon (2). Ayer el propósito, a estas altura de una firmeza ejemplar era de leer cuatro. No uno ni dos ni tres sino cuatro. (3) Hoy, atrapado en las redes de este blog me pregunto si, no sé, ¿sería posible, quizá…, me daría tiempo a colar uno más, un quinto libro (4)?

    De “Vinelad” siempre me espantó la ubicación (ese escenario hippy tan ajeno a mi) pero “La Subasta…” me demostró lo tontos que son los prejuicios, puesto que era ella también otra de las inicialmente descartadas por culpa de lo insulsa que parecía la historia.

    Me ha gustado el comentario y me ha parecido fantástico ese fragmento que has destacado, Fardal.

    Un abrazo,


    (1) “La Subasta del Lote 49”, “V”
    (2) “La Subasta del Lote 49”, “Un lento aprendizaje”, “V”
    (3) “La Subasta del Lote 49”, “Un lento aprendizaje”, “V”, “Vineland”
    (4) “Mason y Dixon”

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  3. Acabo de descubrir este artículo casi por casualidad... (vale, me aburría y he puesto en Google: "tanatoide")
    http://www.elpais.com/articulo/cultura/RUSHDIE/_SALMAN/regreso/triunfal/hombre/invisible/elpepicul/19900116elpepicul_4/Tes#

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  4. Cuando leí la cita, Fardal, no me pareció destacable, sin embargo cuando llegué a ella en la novela te di en silencio la razón. En ningún momento me sentí tan cerca de Frenesí como en ese maldito supermercado.

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